lunes, 20 de enero de 2014

No te cuelgues.

Creo que a más de uno le ha pasado tener una relación de amistad con una persona, querer verla, arreglar para verse y que jamás suceda. Que quede en la nada. Que pase el tiempo y no se juntan. Sólo porque esa persona se cuelga. Aborrezco esa palabra/frase, la odio. Y más odio siento cuando la usan conmigo.

Muchas veces puede pasar que algunas personas llevan vidas algo complicadas, duras y difícil de sobrellevar. Puede pasar que de tantas idas y vueltas, la mente de uno esté ocupada sólo en ciertas cosas, las cuales le parecerán de orden primordial para solucionar. Al menos para mantener la homeostasis interna. Y me parece perfecto. Así debería ser. Priorizarse a uno. Pero de andar holgazaneando, sin hacer nada, sin ningún tipo de responsabilidad a vivir en el estado en el que acabo de describir, hay un gran paso. Enorme.
Incontables son las veces en que me han dicho "disculpá, me re colgué" como excusa para tapar la ausencia en determinado momento o zafar del bolonqui inminente. Y creo que nuestra paciencia se satura cuando es costumbre que nos contesten eso. Lo odio.

Pero con el tiempo voy aprendiendo, en un sentido negativo, por decirlo de alguna forma, a acostumbrarme. O mejor dicho, a resignarme. Una semi resilencia. He logrado construir una estructura lo suficientemente sólida contra ese temblor que desestabiliza la fe o esperanza que tenemos (teníamos) para con esa persona. Me creerán exagerado. Pero no puedo dejar de decir que esa frase tan fácil de usar puede causar un gran daño. Más cuando se usa reiteradas veces. El único sinónimo que le encuentro sería algo como decir "disculpá, no sos tan importante como las demás personas con las cuales me veo la mayoría de los días y me doy el tupé de mostrarlo en todas las redes sociales". Pienso que significa exactamente eso. Una fayutería. Un desfachatado/a.

Y duele aún más cuando viene de una persona a la cual queremos y casi idolatramos. Cuando es una persona especial la que nos dice esa pequeña gran frase. Como si el haber armado esa amistad hubiera sido similar a ir escalando un edificio, y cuando se llega al piso más alto, nos empujara y nos tirara al vacío. Y nosotros cayendo nos preguntamos "¿Por qué carajo me esforcé tanto en subir? Me está demostrando que no soy lo suficientemente importante. Al menos concientemente." Y ahí recalculamos, y esta vez dudamos de subir de nuevo, al menos de subirlas con las mismas ganas que la primera vez, donde todo parecía  estar en orden. Maldita sea. Cuánto tiempo puede tomar querer a alguien y qué fácil puede resultar agrietar todo, destruirlo.

No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Si uno quiere, puede.


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